domingo, 2 de diciembre de 2007

El parto fue un éxito

Por fin. Parecía inmerso en un bucle perpetuo. En un eterno día de la Marmota. Pero estamos en el aire. O mejor dicho, en la Red. Cuesta creerlo, pero así es. El parto, interminable y sin epidural, concluyó a las 9 de la mañana del pasado jueves. Un click bastó para ello.

La web es desde entonces accesible para todos los públicos. Aunque encontrarla puede convertirse en una misión imposible si no se ha recibido aleccionamiento previo. No importa. El boca a boca y los spots de prensa harán el resto.

El balance inicial es positivo. A pesar de todo. Porque oculto tras el júbilo por el trabajo bien hecho, los fallos de la logística permanecen intactos. Todo a su debido tiempo.

Mientras tanto, continuamos a la espera de las sillas, del material para los fotográfos, del televisor, de la radio... Sólo los nuevo equipos se han sumado al proyecto. Gracias.

En unas horas, con las legañas todavía en los ojos y la cabeza aturdida por el sueño, me sumergeré de nuevo en una Redacción inherte con la intención de iniciar mi primera semana íntegra como redactor del ciberespacio. Sólo tengo dos deseos. Menos tensión y trabajo que en nuestro estreno.

martes, 13 de noviembre de 2007

Improvisación

La vida está repleta de paradojas. Pero es en el trabajo donde adquieren su máxima expresión. Por fin disponemos de fecha de lanzamiento pero mi estado de ánimo no ha mejorado. Después de mes y medio en pruebas, la nueva web estará plenamente operativa en un par de días. Aunque nace con demasiadas incógnitas.

Quizás debido a la larga espera, confiaba en que el inicio de nuestra actividad se produciría con todas las garantías. Ha habido tiempo suficiente para ello. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. A escasas 48 horas para que el portal sea plenamente accesible, todavía existen limitaciones técnicas que podrían condicionar nuestro trabajo.

Los responsables de su diseño deberán resolver algunas cuestiones de forma apresurada para que no se consume el drama. Entre otras, carecemos de cabecera alguna para el blog, no disponemos de las contraseñas necesarias para moderarlo, y la información escasea. Incluso la denominación oficial de esta sección electrónica se encuentra ahora en entredicho.

No queda ahí este cúmulo de despropósitos.El principal escollo para que se consumara la puesta en marcha del proyecto en tiempo y forma, la sustitución de unos ordenadores del pleistoceno superior por otros más eficientes, tampoco se ha resuelto. Los nuevos equipos ya han llegado, pero no hay fecha para su instalación. Ver para creer.

La logística, de hecho, está resultando un completo desastre. Ni tan siquiera contamos con sillas. Tres butacas retiradas de la circulación por su mal estado hacen las veces de asientos en un juego de equilibrios que se repite a diario. Del material solicitado para dar servicio a la web tampoco hay noticias. Ni las esperamos.

Después de un mes de lamentos y quejidos, quizás estas afirmaciones puedan resultar de nuevo contradictorias. El equipo humano está listo desde hace semanas para afrontar el reto. No así los medios técnicos. Ésa es la paradoja.

Personalmente siento impontencia al observar desde la barrera como los procesos se eternizan en un profundo océano de movimientos burocráticos. La lentitud administrativa no es exclusiva del sector público. Tampoco la improvisación, que parece regir un futuro en el que se nos ha reservado el papel de meros espectadores. Es triste, pero no hay alternativa. Resignación y paciencia.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Invisible

Siempre he tenido la sensación de ser un personaje invisible. Me gusta pasar inadvertido (no desapercibido, Alfonso), odio las estridencias y me abruma captar la atención. Sin embargo, mi ausencia absoluta del espectro periodístico me lleva de cabeza. Aunque no tengo afán de protagonismo, ni pretendo pasar a la posteridad, me encanta mi trabajo. Y como ya he mencionado en anteriores posts, la falta de motivación comienza a calar hondo.

Quizás por eso he saboreado con mayor intensidad la oportunidad que me ha brindado mi turno matutino de trabajo. Los vericuetos de la actualidad me han permitido publicar mes y medio después. A través de la web de Madrid, claro.

No ha sido nada relevante pero reconforta reencontrarse con la profesión. Sobre todo porque las noticias no son del todo positivas. Nuestro debut en la Red parece que se retrasará de nuevo. Con suerte será nuestra última semana en blanco. No depende de nosotros. Los técnicos han de instalar los nuevos equipos... y seguimos a la espera.

En cualquier caso, me he quitado una espinita. Sé lo que es publicar en internet. Soy, de una vez por todas, menos invisible.

martes, 6 de noviembre de 2007

Despertadores en la madrugada

6.00 a.m. Un estridente sonido intermitente pertuba mi descanso. Todavía entre sueños, extiendo a tientas el brazo derecho para alcanzar el origen de esta sinfonía de pitidos. En la infructuosa búsqueda se contabilizan daños colaterales. El teléfono y el mando a distancia de la minicadena golpean contra el suelo. Un estruendo seco. Más ruido.

Por fin, con la mesita ya libre de obstáculos, encuentro el foco del desconcierto. A ciegas, acciono el despertador y el sonido cesa. Sólo es una tregua. Cinco minutos después, el mecanismo reemprende su marcha al tiempo que mi paciencia se acaba definitivamente.

Una sacudida al cable de alimentación termina con la pesadilla. Sin embargo, no puedo conciliar el sueño. Son las 6.05, hora de levantarse. Todavía remolón, aparto los estores de mi cuarto. Confío en que los rayos de sol se cuelen por mi ventana, pero en el firmamento nada indica que vaya a despuntar el día.

Somnoliento, me doy una ducha mientras reseteo el sistema operativo. Por primera vez soy consciente de que ésta será mi rutina diaria durante los próximos doce meses. Y lo acojo con indiferencia.

Ya en la calle descubro algunos principios de la física básica. Las temperaturas son bajas en los albores del día. Nada que no pueda resolverse. Tomo más ropa de abrigo y reanudo la marcha hacia la parada del autobus. La fortuna está de cara. El autocar espera ante el semáforo y aprovecho para acceder antes de que cambie de idea.

En el periódico todo está a oscuras. Aunque las manillas de mi reloj marcan las 7.25, la limpiadora todavía no ha hecho acto de presencia (y debería). Palpo las llaves de la luz y las acciono. Una, dos, tres, cuatro. La Redacción desierta presenta una imagen fantasmal. Todo se encuentra exactamente en la misma posición que horas atrás, pero sin una brizna de vida.

La luz anaranjada de mi ordenador revela el retorno a la rutina. El procesador, sin embargo, no puede con todo. Media hora después, la computadora está lista para la edición digital de noticias. Yo desesperado por su tardanza.

Comienza el trabajo y desconecto por completo. Pasan las horas y asisto al goteo incesante de compañeros. A las 11 dejo de estar sólo. Cunde más el tiempo y podemos permitirnos un respiro. Con evidentes signos de cansancio finalizo mi jornada laboral. Abandono la Redacción pensando en que no ha resultado tan duro. Al menos el primer día de despertadores en la madrugada.

P.D.: Me reafirmo. Echo mucho de menos a mis compañeros. :S

lunes, 5 de noviembre de 2007

Nostalgia

Tengo nostalgia del 'papel' y todavía no he tenido ocasión de iniciar mi andadura como ciberperiodista. Añoro escribir y trabajar las informaciones. Echo de menos estampar mi firma. Pero, sobre todo, recuerdo con melancolía a mis antiguos compañeros, distanciados ahora por un océano de ordenadores y mesas de trabajo.

El exilio forzoso hasta el extremo opuesto de la Redacción vaticinó el principio del fin de una relación diaria y cómplice. La confianza forjada durante las jornadas maratonianas de trabajo se encuentra amenazada. El balance tras un mes de destierro apunta a ello. Nada es ya lo mismo a pesar de los esfuerzos.

Desde mi posición estratégica junto a los WC del diario no hay lugar para la interacción. Simplemente no existe. Sólo los correos electrónicos mantienen vivo el vínculo. Qué paradoja. Mi vida es virtual incluso para esto.

Mañana daré un nuevo paso hacia el vacío. Comienzo mi turno matutino en mi nuevo empleo como redactor electrónico. El horario no deja lugar a dudas. Se consumará el divorcio. Quizás no sea inmediato, pero se antoja un proceso inexorable. Apenas pasaremos un par de horas al día en el mismo espacio físico y así todo se complica. Ya se sabe, el roce hace al cariño y la distancia, el olvido.

Frente a mi ordenador asisto resignado a estos cambios mientras descubro otra contradicción. La informática e internet también están presentes en estas líneas. Todo gira últimamente en torno a ello. Y yo siento nostalgia de nuevo.

viernes, 2 de noviembre de 2007

¿El desplome del cuarto poder?

Intenet se erige en la gran amenaza del periodismo. El agujero negro de la información veraz, el formato precursor del caos, de la tragedia. Ignacio Sotelo contribuye desde su tribuna de El País a forjar este mito. Una ficción pendiente de demostración empírica. Porque el periodismo electrónico todavía se encuentra en proceso de definición como medio.

Hasta que configure su propia identidad, la prensa digital tendrá que esquivar los ataques y el descrédito de los alarmistas. Las denuncias de quienes ven en la Red una amenaza para la integridad y la fiabilidad de la profesión. Yo me niego a creerlo.

No es una cuestión de corporativismo hacia el soporte que me alimenta. Todo lo contrario. Simplemente, las reflexiones de muchos popes de la comunicación no resisten el mero envite de la crítica. No en vano, las premisas que fundamentan sus teorías son, en su mayoría, falsas.

Sotelo asegura que la inyección económica que reciben los medios electrónicos está acabando con la prensa escrita. Internet roba, a su juicio, el capital de los diarios tradicionales. Las plantillas adelgazan, los salarios se derrumban y la calidad informativa se sitúa bajo mínimos. Caída libre.

La descripción de los síntomas es acertada, pero no tanto el diagnóstico. El 'papel' está en crisis. El periodismo lo está. Todo él. Basta con echar un vistazo a las redacciones de nuestro país. Sueldos míseros para profesionales jóvenes, en su mayoría muy preparados. Nuevos mileuristas en la cuerda floja.

El periodismo es una profesión vocacional. Nadie (rectifico, muy pocos) hace fortuna en este empleo. Por contra, las exigencias son muchas: horarios terroríficos, festivos, fines de semana, disponibilidad absoluta... Compensa. Cuesta creerlo, pero es así. El desgaste, sin embargo, es mayúsculo, al igual que los peajes que deben abonar otras esferas de la vida.

A pesar de todo, las facultades están repletas de proyectos de periodista. Su futuro es incierto. Como el nuestro. Ni la prensa, ni la televisión, ni la radio atraviesan por un buen momento. La profesión se está buscando a así misma. La industria de la información es, a día de hoy, eso. Una fábrica que produce como churros y que vende a una velocidad aún mayor. No importa la veracidad, la cohesión y la calidad de los textos. Ésta es la verdadera lacra de la comunicación de masas.

Por desgracia, la crisis de los medios impresos se inició mucho antes de que la Red apareciese en escena. Porque su rentabilidad todavía está entredicho. Durante años, internet se convirtió en una sangría económica para los medios convencionales que apostaron por una edición digital.

El optimismo empresarial desapareció junto con las Puntocom a fines de siglo. Aún así, la presencia en el ciberespacio resultó una cuestión innegociable para los medios. Tras una larga travesía en el desierto, los gigantes de la comunicación han visto recompensada su espera. La Red comienza a reportar beneficios. Todavía escasos, sí. Pero se ha logrado frenar la hemorragia.

¿Las causas? Son muchas. La popularización de internet (ya en una mayoría de hogares) y la extensión de la banda ancha están detrás de los nuevos resultados. También la gratuidad de la información. Aunque la clave del éxito se encuentra en la evolución del medio y de sus contenidos multimedia.

Hace no mucho tiempo, los principales portales de noticias se limitaban a reproducir los textos impresos. Ahora, el 'corta y pega' desde el papel está en peligro de extinción. Las agencias de noticias también ven amenazada su hegemonía. En las ediciones electrónicas proliferan las informaciones propias. Crecen los videos, la interactividad y la interacción con el lector. Los artículos se adaptan al nuevo soporte. Son más cortos, directos, concisos.

El periodismo en internet es ya otra cosa. A mitad de camino entre otros medios y formatos, de acuerdo. Pero comienza a tomar forma. Ésta es su principal virtud y la garantía de que nunca será una amenaza para la prensa escrita. Aunque al igual que sucedió tras la aparición de la radio, el cine o la televisión, siempre existirán agoreros.

El 'papel' tiene garantizada su continuidad, aunque no a cualquier precio. Debe definir su posición en este nuevo entramado mediático y adaptar los contenidos a sus características y posibilidades. El periodismo impreso no puede competir con la inmediatez o la imagen, ni siquiera con la espectacularidad o el amarillismo del resto de formatos. Sin embargo, goza de algo de lo que carecen sus 'rivales': tiempo.

Con un mayor margen para elaborar la información, la profundidad, la reflexión, el análisis y la interpretación son sus máximos exponentes. Ya lo ha advertido uno de los grandes rotativos de este país en una reciente campaña publicitaria. "Querer comprender". Ése es el camino.

P.D.: Lamento las dimensiones de este ladrillo!!!!

Nuevos tiempos

No todo es armonía y felicidad en mi lugar de trabajo. El nacimiento de esta nueva sección ha alimentado tensiones y desenterrado antiguas y legítimas demandas. La convivencia entre el 'papel' y la Red no será sencilla. Pero resulta imprescindible para la supervivencia de ambos formatos.

No hay alternativas, muy a nuestro pesar. Para los que amamos la prensa escrita, la suntuosidad de la fina lámina de papel teñida de negro, el futuro se antoja complicado. La reconversión es obligada. No sé si en internet se encuentra el futuro del periodismo, pero estoy convencido de que jugará un papel destacado.

Y que conste que me considero el primer damnificado de esta nueva era. Un tránsito del papel a la virtualidad. Del 'ego' al anonimato. Son las exigencias del guión, porque se trata de un medio condenado a entenderse con la Redacción tradicional. Sin ella Internet no existe. Al menos tal y como se concibe actualmente.

La estrecha colaboración de los redactores convencionales es imprescindible, a pesar de que pueda parecer un incordio. Que lo es. En las primeras semanas en pruebas apenas hemos recibido el apoyo del diario escrito. Contábamos con ello. No pongo en duda la buena voluntad de mis compañeros, de mis amigos. Existe. Pero el proceso de adaptación es lento, como cualquier cambio de hábitos.

Las llamadas telefónicas a la sección digital resultan imprescindibles para nuestro futuro. Y hasta el momento brillan por su ausencia. Salvo honrosas excepciones, la mayor parte de la Redacción no ha reparado en ello. Bien como medida de presión a la empresa, bien por despiste, las necesidades de internet no están siendo cubiertas.

No me gustaría que se malinterpretaran mis palabras. Las reividicaciones laborales son legítimas y cuentan con todo mi apoyo. Me atrevería incluso a hacerlo extensivo al resto de componentes de esta friki-sección. Una vez resueltas estas demandas espero que cambien las tornas. Porque los compañeros del 'papel' serán los principales beneficiados de esta simbiosis.

En su mano está trascender a la caducidad del medio impreso. Internet ofrece esta ventaja. A cambio, otros compañeros renuncian a lo más preciado y personal del trabajo como periodista, la firma. Ellos son nuestros ojos, nuestros guías. Quienes nos permitirán llegar a buen puerto en tiempos de incertidumbre.

Desesperación

Desesperados. Así estamos después de un mes de trabajo en pruebas. En este periodo hemos realizado todo tipo de prácticas. Podemos presumir de dominar la edición digital de noticias y de una agilidad ganada a pulso en la sombra de una intranet de acceso restringido. Sin embargo, esta última semana se ha convertido en todo un suplicio.

No sólo no hemos ampliado los conocimientos acerca del sistema, sino que nuestros ánimos han decaído considerablemente. Cunde el hastío y el aburrimiento entre el equipo internauta. Sobre todo porque nuestro trabajo carece de repercusión pública. Y así es complicado mantener la concentración durante ocho horas.

El sopor laboral no implica que no se cumplan los objetivos diarios. Por encima de todo somos profesionales. Pero comprobamos con angustia como las agujas del reloj apenas avanzan y nuestras ojeras se multiplican. Ansiamos un cambio.

El soplo de aire fresco vendrá acompañado de la puesta en marcha definitiva de la sección. Del fin del trabajo inútil, oculto para el gran público. Aunque 32 días después de nuestro paso por Madrid la incógnita continúa.

Tan sólo una de las delegaciones ha visto la luz en la Red. Hace ya una semana, y con dos de retraso respecto a los plazos previstos. El resto permanecemos a la espera. Nosotros sólo somos una miniredacción más en el entramado mediático del grupo editorial que nos da cobijo. Pero el desaliento es un sentimiento compartido entre los que participamos de la coreografía inherte de números cero.

A pesar de todo, se vislumbra una luz al final del túnel. El final del trayecto está próximo. O quizás esté intoxicado por mis deseos. La rumorología dice, en cualquier caso, que en el plazo de dos semanas estaremos en el aire. Fluctuando en la Red. Yo me agarro a un clavo ardiendo. Creo a pies juntillas los dimes y diretes. Esta vez sí. Como siempre.

jueves, 4 de octubre de 2007

Día 3. China Town

Ver fútbol de provincias en Madrid no es una tarea sencilla. Sobre todo si los principales equipos de la capital también se miden en duelo. Ayer desafiamos a la dictadura del poder y resultamos vencedores. Orquestamos una velada futbolística al margen de la oferta mayoritaria para terminar en un bar regentado por un chino. No se froten los ojos por la incredulidad. Así fue.

Nuestro trabajo de investigación dio comienzo el mismo lunes, cuando advertimos la disputa de este encuentro fundamental para los intereses de nuestro equipo en Europa. El martes, la Red abrió los cauces pertinentes. Una peña en el exilio, supuestamente próxima a nuestro hotel, nos otorgaba esperanza. Después de una extensa jornada laboral, y con un pequeño mapa en ristre, nos dirigimos a la busca y captura de este establecimiento.

Tras 20 minutos de caminata, localizamos el punto de destino. La Zoqueta, en la calle de Cartagena, se antojaba como un soplo de aire fresco frente al mal tiempo que nos ha acompañado desde que llegamos a Madrid. Sin embargo, algo iba a mal. ¿Un escudo del Real en la puerta?

En el interior del establecimiento, un oriental nos recibió con un efusivo saludo. La ansiada peña no existía, pero nos confirmó que podríamos ver el encuentro. "Aquí no se ve el Real Madrid", sonrió. Bendito chino. Mientras saboreábamos una cerveza, el local se fue llenando de aficionados con un mismo origen. Trabajadores exiliados en la capital que sienten con orgullo los colores de su equipo. En una ciudad extraña, el fútbol se vive con mayor intensidad. Hermanados, celebramos el gol de nuestro equipo y compartimos la decepción de la derrota.

El chino fue el crack de la jornada. Sobre todo por su simpatía y el peculiar sistema de comunicación con la cocina: el clásico telefonillo. Los bocadillos calientes, ricos. Las tapas, regulares... Pero no importa. En China Town, el fútbol es algo que más que dos equipos.

P.D.: Ya sabía que los técnicos informáticos tienen muuuuuuuchas manías. Pero hoy nos han dado una lección magistal. Apuesta absoluta por el Firefox. Adiós al Explorer!

miércoles, 3 de octubre de 2007

Día 2. El Boss

Los recónditos pasillos de mi diario en Madrid aguardan múltiples sorpresas. La disposición de las distintas secciones favorecen los encuentros fortuitos. Los extravíos en este edificio concebido como industria periodística están a la orden del día. Caminar sin rumbo por la Redacción tiene, sin embargo, recompensas.

A la caza de rostros conocidos, una figura casi mítica emergió del despacho para monopolizar mi atención. Eran las 11 de la mañana, y el Jefe Supremo, el jefe de todos los jefes, ya revisaba el trabajo de sus subalternos en una improvisada ronda de control por el complejo.

Por un instante, antes de que me alcanzara, cerré los ojos y parpadeé repetidamente. No podía creerlo. Pero no. No había confusión posible. La vista no me jugaba una mala pasada. En milésimas de segundo, traté de pensar un saludo ingenioso, pero no fue necesario. El director, con la mirada fija en el suelo, torció a la derecha antes de advertir si quiera mi presencia.

A las siete, mientras practicaba con el html, me percaté de un extraño cónclave convocado en la sala de juntas. A escasos cinco metros, asistí en directo a un singular ensayo de última cena. Rodeado de sus discípulos, el Jefe Supremo debatía la composición de la portada del día todavía por estrenar.

Antes de abandonar el edificio, todavía tuve tiempo de encontrarme con el Boss en una última ocasión, esta vez a una distancia considerable. Apoyado sobre los hombros de un compañero, comprobaba los titulares de una información política. Las puertas del ascensor disolvieron la imagen antes de descender hasta la planta baja del edificio. El Superjefe seguía al pie del cañón mientras abandonaba el recinto con el beplácito del guardia de seguridad. ¡Qué distintas son las cosas en provincias!

P.D.: Libertad de expresión. Principio constitucional asentado en la Redacción de Madrid. Los edictos, críticas y denuncias del Comité de Empresa (con durísimas críticas a los responsables del medio) están a la vista de todos. Y no pasa nada. Sin reprimendas ni represión. Las paredes del diario, al menos en su versión online, tampoco muestran su verdadero color. Están empapeladas por fotografías, carteles reivindicativos (muchos de ellos políticos y ajenos a la línea editorial de la empresa) y lemas ingeniosos que convierten esta estancia de trabajo en un lugar acogedor, a medida de los periodistas que desempeñan allí sus tareas informativas. Ojalá se exporte el modelo.

martes, 2 de octubre de 2007

Día 1. El código html no ha muerto

El código html no ha muerto. Sobrevive junto a Elvis en un paraje remoto, y desde hoy también en mi Redacción. Internet ha avanzado una barbaridad desde que se programaran las primeras páginas con este arcaico sistema de diseño. Sin embargo, mi periódico permanece perenne a los cambios. La redacción de textos en la edición electrónica del diario está sujeta a estas normas. Las rocambolescas etiquetas html están por todos lados. Y ejercen, además, el papel protagonista. Edifican el pilar sobre el que sustenta todo el entramado de noticias en la Red.

Puntos y aparte, negritas, enlaces,... y un largo sinfín de comandos son necesarios para ejecutar las distintas órdenes del editor de cibertextos. No es complicado cuando, como es mi caso, se ha estado en contacto previamente con el código. Eso sí, asumir las rutinas requiere de práctica. Y en ello estamos.

Las nociones básicas adquiridas a lo largo del día nos permitirían enfrentarnos ya a la publicación de noticias en la red con total solvencia. Aunque es de prever que nuestras competencias irán en aumento a medida que avance la semana. Los compañeros de Madrid facilitan esta tarea. A pesar de que representamos todo un lastre en sus quehaceres diarios se han prestado amablemente a mostrarnos los entresijos de este particular sistema de trabajo.

El número de obreros que integran la Redacción online es menor del que imaginaba inicialmente. Igual sucede con el resto del diario. Quizás mediatizado por los relatos de mis compañeros de provincias, esperaba un recinto mucho más grande, con una plantilla mayor. Aun así no resto un ápice de relevancia al asentamiento. Es fantástico. Sobre todo para los nostálgicos de la informática. No en vano, se erige en el último reducto del html.

lunes, 1 de octubre de 2007

Día 0. Madrid


Llevo 24 horas en Madrid y todavía estoy sorprendido por una ciudad que se me antoja única. El balance, por tanto, es positivo. Sobre todo si tenemos en cuenta los frutos del extinto fin de semana. Porque como avanzadilla del grupo disfruté de uno de esos momentos memorables. El primer concierto de Crowded House en España tras 11 años de silencio fue sencillamente magnífico. Los neozelandeses emocionaron con sus clásicos a un público que superaba ampliamente a más de 2.000 personas. En mi caso tuve todavía un honor mucho mayor… logré conocer personalmente a Neil Finn, el alma mater de la banda, para quien no pasan los años sobre el escenario.

En la calle, bajo un fino manto de lluvia, las percepciones cambian. Su rostro no oculta el paso de los años (ronda ya las cinco décadas) pero como dice el refranero popular, la experiencia también es un grado. Tras casi dos memorables horas de rock melódico, no defraudó al medio centenar de fans que esperaba a fotografiarse con su ídolo a orillas del Manzanares. Salió de los camerinos para darse un baño multitudes que quedará para el recuerdo.

Crowded House se ha garantizado con su música y cercanía el relevo generacional. Entre el público, españoles (y también una importante colonia anglosajona) de todas las edades. Reinaban, eso sí, los treintañeros, que ejercieron de nexo de unión entre los diversos colectivos allí presentes. Porque cincuentones y tardoadolescentes tampoco faltaron a la cita.

Los nuevos temas, en cualquier caso, no pasarán a la historia, salvo contadas excepciones. Ni falta que hace. Quienes asistieron el domingo al concierto lo hicieron precisamente atraídos por las melodías de siempre, canciones que marcaron un antes y un después durante las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo. Finalmente, Better be home soon cerró el repertorio de gritos, aplausos y euforia colectiva. En la agenda, la promesa de un próximo regreso con un nuevo álbum y la esencia de antaño.

El éxito del concierto se sumó, además, a una tarde de caminata y mochila por el centro de Madrid. La capital es una urbe cosmopolita capaz de combinar la modernidad con estampas más propias de otros tiempos. El bar Sánchez, a escasos metros de mi hotel, refleja un Madrid castizo y rancio pero, sobre todo, auténtico. El local, que podría pasar por una localización de la serie Cuéntame, se mantiene intacto desde hace medio siglo.

A pesar del caos de tráfico, las obras faraónicas y la proliferación del ladrillo, es una ciudad con encanto. Con mucho. Por encima de piedras y museos, la magia se sitúa en sus gentes, siempre amables y de trato exquisito. Porque en Madrid, aunque no lo parezca, resulta imposible sentirse extraño.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Cuenta atrás

Lo confieso. No he comenzado a hacerme la maleta. Esperaré, además, al último momento. Esta tarde, entre prisas, vaciaré el armario sobre la cama... Me marcho a Madrid. Temporalmente. El próximo lunes iniciamos un curso de formación para conocer los entresijos de la edición electrónica del diario en el que trabajo desde hace tres años. Cinco días para copiar un modelo gestado durante una década. Y lo que resulta más complicado, aplicarlo en mi delegación de origen.

No es mi primer viaje a la capital, ni tampoco será el último (espero). Sin embargo, no puedo ocultar la emoción ante tal periplo. Es mi primera misión de trabajo, y nada más y nada menos que al epicentro informativo de mi empresa. Todavía pienso que pasará cuando coincida en el ascensor con algún mandamás del periodismo, con alguna vaca sagrada del periódico. Me costará no pedir autógrafos.

Ésta es la parte más agradable del éxodo forzoso al ciberespacio. Los cinco días en Madrid. Compartiré la experiencia con otros dos compañeros, que espero conocer mejor tras el desplazamiento. Afortunadamente no tanto como se insinuó desde la empresa. Frente al modelo inicial, más próximo a un Gran Hermano que al hostelero, se ha optado por alojarnos en habítáculos separados. La intimidad es un derecho irrenunciable.

Miro el reloj y las agujas se aproximan al mediodía. El tiempo avanza inexorablemente. La cuenta atrás ya está en marcha.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Indefinición

La precisión es un principio de obligado cumplimiento para todo periodista. Economicidad de palabras y exactitud máxima en el uso del lenguaje. Entre los peldaños más elevados del escalafón, sin embargo, los axiomas de la profesión se pierden en el olvido. Y con ellos, las últimas esperanzas de coherencia en la toma de decisiones.

El proyecto de edición electrónica es un mar de dudas. Una gran indefinición. Nadie aquí sabe qué características tendrá la nueva web, qué tipo de servicios se ofrecerá y cuáles serán nuestras competencias laborales. Aquellos puntos que parecían claros se sumen ahora en una profunda neblina. Los horarios propuestos, sin ir más lejos, no tienen demasiado en cuenta la realidad del medio ni las puntas de mayor volumen de tareas. Por la tarde son necesarias inexcusablemente dos personas. Sobre todo, si tenemos que asumir también el volcado en la Red de la edición impresa.

Madrid, en cualquier caso, nos proporcionará las claves. A partir del lunes observaremos el funcionamiento de los compañeros que integran el equipo de internet para copiar sus rutinas y su modelo organizativo. La experiencia es fundamental y esto es, precisamente, de lo que queremos embebernos en la Redacción matriz. De otra forma, el azar mantendría la hegemonía en la puesta en marcha del proyecto. Algo que nadie desea.

Contamos desde el pasado jueves con todo lo necesario para viajar a la capital. La reservas del avión, el alojamiento y la boina. Porque según los relatos de otras delegaciones, los chicos de provincias no recibimos demasiada atención en Madrid. Confío en que en esta ocasión sea diferente. Por nuestra parte no faltará voluntad de aprendizaje ni entrega. No pretendo con ello ganar méritos. Como el valor al soldado, las ganas se nos supone de antemano.

Por cierto, las condiciones del contrato son otras de las incógnitas pendientes de resolución. A priori se trataba de un empleo por un año que ahora ha ascendido misteriosamente a tres. Como los panes y los peces. Increíble. Espero no continuar con el blog en octubre de 2010. Mala señal...

martes, 25 de septiembre de 2007

El tercer hombre


En 1949, Carol Reed estrenó en Reino Unido una de las mejores producciones cinematográficas de la historia. El Tercer Hombre es desde entonces un paradigma del género de intriga y un referente para varias generaciones de directores. No es para menos. El tres es un número mágico. Así lo acredita la historia e, incluso, la mitología. La Santísima Trinidad, dogma de fe cristiano, es un ejemplo de ello. Pero no el único. Los triunviratos romanos, los delanteros del Barça, las fantasías sexuales, las tres mellizas... El tres está en todas partes. También en mi diario.


Ya lo dice la sabiduría popular, donde comen dos comen tres. Y mi empresa se lo ha tomado al pie de la letra. Seremos tres los encargados de sacar adelante este nuevo proyecto. Un buen número, sin duda, si no nos preguntáramos a estas alturas quién nos acompañará en una andadura que resulta, por otra parte, inminente. Son muchos los rumores que circulan por la Redacción, pero todavía no hemos recibido confirmación alguna. Por fortuna, acostumbramos a manejar buena información. La identidad del tercer hombre es, desde hace días, un secreto a voces.


Mañana (según mi reloj, hoy mismo) conoceremos oficialmente a nuestro nuevo compañero. La Dirección nos ha convocado a tal efecto apenas cuatro días antes de comenzar esta aventura periodística. El misterio, como en el filme protagonizado por Joseph Cotten, se prolonga aquí hasta el último instante. Es el modus operandi habitual. Deseo, en cualquier caso, que la última pieza de este delicado engranaje pueda darnos un impulso definitivo. Somos pocos, así que ahora solo resta continuar bien avenidos. En breve tenemos nuestra primera prueba de fuego. Partimos a Madrid a recibir unos cursos de formación previos a nuestro nuevo cometido. También aquí se extiende la intriga más allá de lo recomendable. Aunque ésta es otra película...

domingo, 16 de septiembre de 2007

El carrusel

La Dirección de mi modesto diario divide la Redacción en dos grupos de periodistas. Los que están afianzados y se erigen en puntales de sus respectivas secciones y quienes destacan por su polivalencia. Si en esta arbitraria selección te asignan el segundo grupo puedes echarte a temblar. Tienes todos los números para la lotería de cambios.

No es necesario indicar a qué comunidad se me ha adscrito. En los más de tres años que llevo enrolado a bordo de esta nave, he transitado por, al menos, cuatro secciones distintas y otras tantas categorías laborales. Desde telefonista a redactor de medio pelo. No es, sin embargo, mi caso particular el más sangrante (al fin y al cabo soy un recién llegado con ganas de aprender). A mi lado, frente a mi mesa de trabajo, son muchos los compañeros que han demostrado su valía y cuyo futuro profesional continúa en el aire. No serán despedidos en una maniobra autodestructiva de la empresa, pero tampoco tienen la certeza de conocer qué pieza ocuparán la próxima semana en este rompecabezas informativo.

Como la propia actualidad, la organización interna de los medios es volátil, repentina y, a todas luces inverosímil. Con frecuencia responde a los vericuetos del día a día en una pugna frenética con la coherencia. A pesar de esta precariedad existencial, cada mañana los diarios amanecen escrupulosamente ordenados en los kioskos. Resulta asombroso como, al final, siempre prevalece el producto. Por encima, incluso, de las resoluciones discutibles y la escasez de medios a nuestro alcance.

Sin embargo, es innegable que este carrusel de rotaciones altera el trabajo del periodista, obligado a partir de cero en cada etapa. Nuevas fuentes, nuevos contactos... el esfuerzo de los profesionales se multiplica para alcanzar el nivel de la competencia. Este proceso de equiparación oscila aproximadamente entre los seis meses y un año, aunque la horquilla es sólo una mera estimación. En algunos ámbitos se requiere, incluso, de varios años de dedicación constante para forjar una relación de confianza con los agentes protagonistas.

La existencia de un periodo considerable de adaptación acredita que para la empresa privada las transiciones no son deseables. De hecho, la estabilidad mejora el rendimiento de los medios de comunicación. La especialización es el futuro, rezaban los manuales de periodismo durante la etapa universitaria. La realidad, sin embargo, es bien diferente y atiende a la lógica industrial y monetaria.

En las redacciones, abundan los obreros de la información. Profesionales que, con salarios ajustados, son capaces de desarrollar con corrección y dignidad múltiples funciones para completar el puzzle informativo. Estos gregarios anónimos asisten a las grandes firmas del diario a la espera de una oportunidad. Aunque esta ocasión no siempre llega. En el periodismo, como en la vida, siempre hubo clases.

Un añito en el infierno

Hacía tiempo que venía barruntándose un cambio en la Redacción. La puesta en marcha de la edición electrónica exigía una ligera reestructuración de la plantilla. El pasado viernes 7 de septiembre, una llamada de la Dirección confirmó mi nuevo destino en el diario. Mi actual empleo pasará a formar parte de la historia. A partir de octubre, mi cometido será otro. La Red. Al menos durante los próximos doce meses.

La noticia del traslado alteró por completo mis planes laborales. A pesar de que el anuncio no venía de nuevas, sentí otra vez tambalearse el suelo bajo mis pies y una desasosegante sensación de vértigo invadió mi, hasta entonces, convencional y rutinaria vida de periodista. Para quienes, como yo, somos dados a planificar hasta el más mínimo detalle, este tipo de cambios suponen todo un desconcierto. Incluso aunque el trasfondo pueda resultar positivo. Porque mi cometido deberá servir, de una vez por todas, para consolidarme en el seno de la Redacción que me acogió cuando todavía era un estudiante universitario.

Desde que en 1995 adquiriese mi primer módem, un ruidoso cacharro de plástico que apenas alcanzaba una velocidad de 14 kb/s, internet se ha convertido en parte activa de mi existencia. Es una relación simbiótica, diría yo. Nos retroalimentamos. Sin embargo, hacer de esta afición mi modo de vida creo que le restará todo el encanto. El presente y el futuro. En cualquier caso, la fecha de caducidad de este nuevo rol en la empresa alimenta mis esperanzas. Será sólo un año. Después, las aguas volverán a su cauce y yo, espero, al diario impreso. Ése es el compromiso.

Hasta entonces voy a echar de menos mi actual empleo, en una sección en la que me he sentido realmente integrado. Pero, sobre todo, lamento perder a aquellos que me han rodeado durante todo este tiempo. Con mis compañeros he crecido como periodista, pero también como persona. Me han demostrado que la fidelidad, el compromiso y el respaldo incondicional no son valores pasados de moda. Me han confirmado que la amistad está por encima de todo y que puedo contar con ellos dentro y fuera del centro de trabajo. No es una cuestión menor. Son todos ellos principios de sobra conocidos que, sin embargo, a menudo se diluyen entre rencillas y hostilidades sin fundamento.

En este tránsito de ida y vuelta me gustaría aliarme con la Red para detallaros, paso a paso, los entresijos de mi nueva experiencia profesional. Cada vez estoy más convencido de que tengo un punto exhibicionista... Bienvenidos a mi nuevo blog durante este año en el infierno.