domingo, 16 de septiembre de 2007

El carrusel

La Dirección de mi modesto diario divide la Redacción en dos grupos de periodistas. Los que están afianzados y se erigen en puntales de sus respectivas secciones y quienes destacan por su polivalencia. Si en esta arbitraria selección te asignan el segundo grupo puedes echarte a temblar. Tienes todos los números para la lotería de cambios.

No es necesario indicar a qué comunidad se me ha adscrito. En los más de tres años que llevo enrolado a bordo de esta nave, he transitado por, al menos, cuatro secciones distintas y otras tantas categorías laborales. Desde telefonista a redactor de medio pelo. No es, sin embargo, mi caso particular el más sangrante (al fin y al cabo soy un recién llegado con ganas de aprender). A mi lado, frente a mi mesa de trabajo, son muchos los compañeros que han demostrado su valía y cuyo futuro profesional continúa en el aire. No serán despedidos en una maniobra autodestructiva de la empresa, pero tampoco tienen la certeza de conocer qué pieza ocuparán la próxima semana en este rompecabezas informativo.

Como la propia actualidad, la organización interna de los medios es volátil, repentina y, a todas luces inverosímil. Con frecuencia responde a los vericuetos del día a día en una pugna frenética con la coherencia. A pesar de esta precariedad existencial, cada mañana los diarios amanecen escrupulosamente ordenados en los kioskos. Resulta asombroso como, al final, siempre prevalece el producto. Por encima, incluso, de las resoluciones discutibles y la escasez de medios a nuestro alcance.

Sin embargo, es innegable que este carrusel de rotaciones altera el trabajo del periodista, obligado a partir de cero en cada etapa. Nuevas fuentes, nuevos contactos... el esfuerzo de los profesionales se multiplica para alcanzar el nivel de la competencia. Este proceso de equiparación oscila aproximadamente entre los seis meses y un año, aunque la horquilla es sólo una mera estimación. En algunos ámbitos se requiere, incluso, de varios años de dedicación constante para forjar una relación de confianza con los agentes protagonistas.

La existencia de un periodo considerable de adaptación acredita que para la empresa privada las transiciones no son deseables. De hecho, la estabilidad mejora el rendimiento de los medios de comunicación. La especialización es el futuro, rezaban los manuales de periodismo durante la etapa universitaria. La realidad, sin embargo, es bien diferente y atiende a la lógica industrial y monetaria.

En las redacciones, abundan los obreros de la información. Profesionales que, con salarios ajustados, son capaces de desarrollar con corrección y dignidad múltiples funciones para completar el puzzle informativo. Estos gregarios anónimos asisten a las grandes firmas del diario a la espera de una oportunidad. Aunque esta ocasión no siempre llega. En el periodismo, como en la vida, siempre hubo clases.

1 comentario:

Peter Parker dijo...

Clases y claves, amigo! En esta profesión, como en todas, la apariencia puede más que lo demás.