miércoles, 3 de octubre de 2007

Día 2. El Boss

Los recónditos pasillos de mi diario en Madrid aguardan múltiples sorpresas. La disposición de las distintas secciones favorecen los encuentros fortuitos. Los extravíos en este edificio concebido como industria periodística están a la orden del día. Caminar sin rumbo por la Redacción tiene, sin embargo, recompensas.

A la caza de rostros conocidos, una figura casi mítica emergió del despacho para monopolizar mi atención. Eran las 11 de la mañana, y el Jefe Supremo, el jefe de todos los jefes, ya revisaba el trabajo de sus subalternos en una improvisada ronda de control por el complejo.

Por un instante, antes de que me alcanzara, cerré los ojos y parpadeé repetidamente. No podía creerlo. Pero no. No había confusión posible. La vista no me jugaba una mala pasada. En milésimas de segundo, traté de pensar un saludo ingenioso, pero no fue necesario. El director, con la mirada fija en el suelo, torció a la derecha antes de advertir si quiera mi presencia.

A las siete, mientras practicaba con el html, me percaté de un extraño cónclave convocado en la sala de juntas. A escasos cinco metros, asistí en directo a un singular ensayo de última cena. Rodeado de sus discípulos, el Jefe Supremo debatía la composición de la portada del día todavía por estrenar.

Antes de abandonar el edificio, todavía tuve tiempo de encontrarme con el Boss en una última ocasión, esta vez a una distancia considerable. Apoyado sobre los hombros de un compañero, comprobaba los titulares de una información política. Las puertas del ascensor disolvieron la imagen antes de descender hasta la planta baja del edificio. El Superjefe seguía al pie del cañón mientras abandonaba el recinto con el beplácito del guardia de seguridad. ¡Qué distintas son las cosas en provincias!

P.D.: Libertad de expresión. Principio constitucional asentado en la Redacción de Madrid. Los edictos, críticas y denuncias del Comité de Empresa (con durísimas críticas a los responsables del medio) están a la vista de todos. Y no pasa nada. Sin reprimendas ni represión. Las paredes del diario, al menos en su versión online, tampoco muestran su verdadero color. Están empapeladas por fotografías, carteles reivindicativos (muchos de ellos políticos y ajenos a la línea editorial de la empresa) y lemas ingeniosos que convierten esta estancia de trabajo en un lugar acogedor, a medida de los periodistas que desempeñan allí sus tareas informativas. Ojalá se exporte el modelo.

1 comentario:

Juanjo Marcos dijo...

Toda la razón ministro, es un modelo que tenemos que exportar y apuntular entre todos.