sábado, 29 de septiembre de 2007

Cuenta atrás

Lo confieso. No he comenzado a hacerme la maleta. Esperaré, además, al último momento. Esta tarde, entre prisas, vaciaré el armario sobre la cama... Me marcho a Madrid. Temporalmente. El próximo lunes iniciamos un curso de formación para conocer los entresijos de la edición electrónica del diario en el que trabajo desde hace tres años. Cinco días para copiar un modelo gestado durante una década. Y lo que resulta más complicado, aplicarlo en mi delegación de origen.

No es mi primer viaje a la capital, ni tampoco será el último (espero). Sin embargo, no puedo ocultar la emoción ante tal periplo. Es mi primera misión de trabajo, y nada más y nada menos que al epicentro informativo de mi empresa. Todavía pienso que pasará cuando coincida en el ascensor con algún mandamás del periodismo, con alguna vaca sagrada del periódico. Me costará no pedir autógrafos.

Ésta es la parte más agradable del éxodo forzoso al ciberespacio. Los cinco días en Madrid. Compartiré la experiencia con otros dos compañeros, que espero conocer mejor tras el desplazamiento. Afortunadamente no tanto como se insinuó desde la empresa. Frente al modelo inicial, más próximo a un Gran Hermano que al hostelero, se ha optado por alojarnos en habítáculos separados. La intimidad es un derecho irrenunciable.

Miro el reloj y las agujas se aproximan al mediodía. El tiempo avanza inexorablemente. La cuenta atrás ya está en marcha.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Indefinición

La precisión es un principio de obligado cumplimiento para todo periodista. Economicidad de palabras y exactitud máxima en el uso del lenguaje. Entre los peldaños más elevados del escalafón, sin embargo, los axiomas de la profesión se pierden en el olvido. Y con ellos, las últimas esperanzas de coherencia en la toma de decisiones.

El proyecto de edición electrónica es un mar de dudas. Una gran indefinición. Nadie aquí sabe qué características tendrá la nueva web, qué tipo de servicios se ofrecerá y cuáles serán nuestras competencias laborales. Aquellos puntos que parecían claros se sumen ahora en una profunda neblina. Los horarios propuestos, sin ir más lejos, no tienen demasiado en cuenta la realidad del medio ni las puntas de mayor volumen de tareas. Por la tarde son necesarias inexcusablemente dos personas. Sobre todo, si tenemos que asumir también el volcado en la Red de la edición impresa.

Madrid, en cualquier caso, nos proporcionará las claves. A partir del lunes observaremos el funcionamiento de los compañeros que integran el equipo de internet para copiar sus rutinas y su modelo organizativo. La experiencia es fundamental y esto es, precisamente, de lo que queremos embebernos en la Redacción matriz. De otra forma, el azar mantendría la hegemonía en la puesta en marcha del proyecto. Algo que nadie desea.

Contamos desde el pasado jueves con todo lo necesario para viajar a la capital. La reservas del avión, el alojamiento y la boina. Porque según los relatos de otras delegaciones, los chicos de provincias no recibimos demasiada atención en Madrid. Confío en que en esta ocasión sea diferente. Por nuestra parte no faltará voluntad de aprendizaje ni entrega. No pretendo con ello ganar méritos. Como el valor al soldado, las ganas se nos supone de antemano.

Por cierto, las condiciones del contrato son otras de las incógnitas pendientes de resolución. A priori se trataba de un empleo por un año que ahora ha ascendido misteriosamente a tres. Como los panes y los peces. Increíble. Espero no continuar con el blog en octubre de 2010. Mala señal...

martes, 25 de septiembre de 2007

El tercer hombre


En 1949, Carol Reed estrenó en Reino Unido una de las mejores producciones cinematográficas de la historia. El Tercer Hombre es desde entonces un paradigma del género de intriga y un referente para varias generaciones de directores. No es para menos. El tres es un número mágico. Así lo acredita la historia e, incluso, la mitología. La Santísima Trinidad, dogma de fe cristiano, es un ejemplo de ello. Pero no el único. Los triunviratos romanos, los delanteros del Barça, las fantasías sexuales, las tres mellizas... El tres está en todas partes. También en mi diario.


Ya lo dice la sabiduría popular, donde comen dos comen tres. Y mi empresa se lo ha tomado al pie de la letra. Seremos tres los encargados de sacar adelante este nuevo proyecto. Un buen número, sin duda, si no nos preguntáramos a estas alturas quién nos acompañará en una andadura que resulta, por otra parte, inminente. Son muchos los rumores que circulan por la Redacción, pero todavía no hemos recibido confirmación alguna. Por fortuna, acostumbramos a manejar buena información. La identidad del tercer hombre es, desde hace días, un secreto a voces.


Mañana (según mi reloj, hoy mismo) conoceremos oficialmente a nuestro nuevo compañero. La Dirección nos ha convocado a tal efecto apenas cuatro días antes de comenzar esta aventura periodística. El misterio, como en el filme protagonizado por Joseph Cotten, se prolonga aquí hasta el último instante. Es el modus operandi habitual. Deseo, en cualquier caso, que la última pieza de este delicado engranaje pueda darnos un impulso definitivo. Somos pocos, así que ahora solo resta continuar bien avenidos. En breve tenemos nuestra primera prueba de fuego. Partimos a Madrid a recibir unos cursos de formación previos a nuestro nuevo cometido. También aquí se extiende la intriga más allá de lo recomendable. Aunque ésta es otra película...

domingo, 16 de septiembre de 2007

El carrusel

La Dirección de mi modesto diario divide la Redacción en dos grupos de periodistas. Los que están afianzados y se erigen en puntales de sus respectivas secciones y quienes destacan por su polivalencia. Si en esta arbitraria selección te asignan el segundo grupo puedes echarte a temblar. Tienes todos los números para la lotería de cambios.

No es necesario indicar a qué comunidad se me ha adscrito. En los más de tres años que llevo enrolado a bordo de esta nave, he transitado por, al menos, cuatro secciones distintas y otras tantas categorías laborales. Desde telefonista a redactor de medio pelo. No es, sin embargo, mi caso particular el más sangrante (al fin y al cabo soy un recién llegado con ganas de aprender). A mi lado, frente a mi mesa de trabajo, son muchos los compañeros que han demostrado su valía y cuyo futuro profesional continúa en el aire. No serán despedidos en una maniobra autodestructiva de la empresa, pero tampoco tienen la certeza de conocer qué pieza ocuparán la próxima semana en este rompecabezas informativo.

Como la propia actualidad, la organización interna de los medios es volátil, repentina y, a todas luces inverosímil. Con frecuencia responde a los vericuetos del día a día en una pugna frenética con la coherencia. A pesar de esta precariedad existencial, cada mañana los diarios amanecen escrupulosamente ordenados en los kioskos. Resulta asombroso como, al final, siempre prevalece el producto. Por encima, incluso, de las resoluciones discutibles y la escasez de medios a nuestro alcance.

Sin embargo, es innegable que este carrusel de rotaciones altera el trabajo del periodista, obligado a partir de cero en cada etapa. Nuevas fuentes, nuevos contactos... el esfuerzo de los profesionales se multiplica para alcanzar el nivel de la competencia. Este proceso de equiparación oscila aproximadamente entre los seis meses y un año, aunque la horquilla es sólo una mera estimación. En algunos ámbitos se requiere, incluso, de varios años de dedicación constante para forjar una relación de confianza con los agentes protagonistas.

La existencia de un periodo considerable de adaptación acredita que para la empresa privada las transiciones no son deseables. De hecho, la estabilidad mejora el rendimiento de los medios de comunicación. La especialización es el futuro, rezaban los manuales de periodismo durante la etapa universitaria. La realidad, sin embargo, es bien diferente y atiende a la lógica industrial y monetaria.

En las redacciones, abundan los obreros de la información. Profesionales que, con salarios ajustados, son capaces de desarrollar con corrección y dignidad múltiples funciones para completar el puzzle informativo. Estos gregarios anónimos asisten a las grandes firmas del diario a la espera de una oportunidad. Aunque esta ocasión no siempre llega. En el periodismo, como en la vida, siempre hubo clases.

Un añito en el infierno

Hacía tiempo que venía barruntándose un cambio en la Redacción. La puesta en marcha de la edición electrónica exigía una ligera reestructuración de la plantilla. El pasado viernes 7 de septiembre, una llamada de la Dirección confirmó mi nuevo destino en el diario. Mi actual empleo pasará a formar parte de la historia. A partir de octubre, mi cometido será otro. La Red. Al menos durante los próximos doce meses.

La noticia del traslado alteró por completo mis planes laborales. A pesar de que el anuncio no venía de nuevas, sentí otra vez tambalearse el suelo bajo mis pies y una desasosegante sensación de vértigo invadió mi, hasta entonces, convencional y rutinaria vida de periodista. Para quienes, como yo, somos dados a planificar hasta el más mínimo detalle, este tipo de cambios suponen todo un desconcierto. Incluso aunque el trasfondo pueda resultar positivo. Porque mi cometido deberá servir, de una vez por todas, para consolidarme en el seno de la Redacción que me acogió cuando todavía era un estudiante universitario.

Desde que en 1995 adquiriese mi primer módem, un ruidoso cacharro de plástico que apenas alcanzaba una velocidad de 14 kb/s, internet se ha convertido en parte activa de mi existencia. Es una relación simbiótica, diría yo. Nos retroalimentamos. Sin embargo, hacer de esta afición mi modo de vida creo que le restará todo el encanto. El presente y el futuro. En cualquier caso, la fecha de caducidad de este nuevo rol en la empresa alimenta mis esperanzas. Será sólo un año. Después, las aguas volverán a su cauce y yo, espero, al diario impreso. Ése es el compromiso.

Hasta entonces voy a echar de menos mi actual empleo, en una sección en la que me he sentido realmente integrado. Pero, sobre todo, lamento perder a aquellos que me han rodeado durante todo este tiempo. Con mis compañeros he crecido como periodista, pero también como persona. Me han demostrado que la fidelidad, el compromiso y el respaldo incondicional no son valores pasados de moda. Me han confirmado que la amistad está por encima de todo y que puedo contar con ellos dentro y fuera del centro de trabajo. No es una cuestión menor. Son todos ellos principios de sobra conocidos que, sin embargo, a menudo se diluyen entre rencillas y hostilidades sin fundamento.

En este tránsito de ida y vuelta me gustaría aliarme con la Red para detallaros, paso a paso, los entresijos de mi nueva experiencia profesional. Cada vez estoy más convencido de que tengo un punto exhibicionista... Bienvenidos a mi nuevo blog durante este año en el infierno.