domingo, 20 de enero de 2008

Mi primera vez...

Que internet es una herramienta integrada en nuestra vida cotidiana es un hecho. Tanto, que cuesta recordar los tiempos en los que no contábamos con ella. Y realmente no hace tanto. Acababa de estrenar mis 13 años cuando me sumergí por primera vez en la Red. Fue mi regalo de cumpleaños: un módem IBM de 14 kb/s y cuatro meses de contrato con la operadora Arrakis.

Acceder a internet era entonces una misión imposible. La mitad de los intentos resultaban fallidos. Y cuando no, la familia te obligaba a dejar la línea libre para efectuar una llamada. Además, el proceso de conexión era todo menos silencioso. El módem no sólo marcaba un número, como si de un teléfono convencional se tratase. También emitía unos gemidos infernales que se grababan de por vida en el cerebro.

Cualquier pionero en el universo internauta sabrá bien de qué hablo. Al igual que recordará el importe de este servicio. Imaginen. Si ahora la factura parece cara, en 1995 era un auténtico robo. Más de 100 pesetas a la hora por una conexión frágil y lenta. Un desastre.

A pesar de todo, fui un afortunado. He disfrutado de internet ininterrumpidamente desde entonces. Así se ha gestado el friki que llevo dentro. Con orgullo, además. Reconozco que quedé fascinado por las posibilidades que ofrecía la Red y quise formar parte de ella.

Al principio, curioseé páginas ajenas, luego probé a crear propias. En la última década, he diseñado cinco webs y gestionado otros tantos blogs. Aunque no siempre con fortuna. En 2004, la burbuja me estalló en el rostro. Mi incipiente carrera como periodista me obligó a elegir. Internet fue relegado a un segundo plano. Hoy los caminos convergen de nuevo.

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