jueves, 17 de enero de 2008

Feliz cumpleaños

Mi regalo de cumpleaños llegó con retraso. Lo descubrí casi de casualidad, un domingo de libranza. Empapelado con cinta de carrocero y papel de estraza, ocupaba en la oficina el lugar reservado a mi butaca.

Se intuían sus formas redondeadas, su intenso color azul eléctrico y el aroma a nuevo. Con delicadeza, intenté en vano descubrir el anhelado objeto. El envoltorio, sin embargo, resistía los envites.

Decidí aplicar más fuerza en el empeño y se consumó el éxito. Algunos pedazos del entramado de papel y cinta cedieron ante la presión. En mi rostro se dibujó una sonrisa. Con la emoción y el júbilo llegaron también las prisas. Necesitaba una vista general del presente. Y no llegaba.

La precipitación dejó paso a la torpeza. Nunca fui muy hábil con las manos. Recurrir a unas tijeras se convirtió en mi último recurso. El resto es una historia ya conocida. El áspero papel sucumbió al filo de la cizalla.

Sin obstáculos, el azul parecía más eléctrico si cabe. Deslicé mano sobre el tejido y comprobé su dureza. El sueño de meses se hacía realidad. Por fin tenía silla.

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