miércoles, 5 de noviembre de 2008

Desvelo electoral


5.00 a.m. Suena el despertador. Remoloneo con la almohada al tiempo que entreabro un ojo en un mar de legañas. El calendario sobre mi mesa resuelve las dudas. Es cinco de noviembre y hace frío en Valencia.

Aún así, salto de la cama en dirección al ordenador. Dos sacudidas de ratón y mi Imac despierta del letargo. En la pantalla se dibuja un mapa bicolor de los Estados Unidos. Azul y rojo. Sobre él, una gran imagen. La del triunfador de la noche. La estampa del primer presidente negro de la historia: Barack Obama.

La restante madrugada ha transcurrido bajo una manta en el salón de mi hogar. Acurrucado en el sofá, frente al televisor, he seguido los últimos estertores de la noche electoral americana. La despedida del candidato republicano, John McCain, y el discurso del presidente electo en Chicago. Fin de fiesta.

Seguramente he llegado a tiempo a los instantes más emocionantes de la velada. Aunque mi intención era otra. En realidad, pretendía cubrir las cinco o seis horas de recuento por televisión. Al menos hasta conocer hacia qué lado se inclinaba la balanza. Sin embargo, mi turno de trabajo cambió de tarde a mañana y mi plan se vino al traste. Adiós a trasnochar...

En cualquier caso, los resultados de las presidenciales reflejan la grandeza, pero también las miserias de EE.UU. Una nación capaz de justificar Guantánamo (o la Guerra de Irak, ...) y de aupar hasta la Casa Blanca a un afroamericano de familia humilde e inmigrante.

Éste es, quizás, el aspecto más destacado. La constatación del sueño americano. Y el primer paso para desterrar la segregación racial. Desde Europa, sorprende el éxito de Obama en un país en el que, apenas 60 años atrás, la población negra carecía de derechos fundamentales. Pero así es 'américa', un estado de contradicciones y contrastes.

El de Obama es el caso más célebre, pero no el único ejemplo en la política estadounidense. Sin ir más lejos, el gobernador del estado de Nuevo México, Bill Richardson (de madre mexicana) ya ejerció cargos de responsabilidad en la Administración Clintón, donde ocupó la cartera de Energía.

Me pregunto si en España seríamos capaces de votar masivamente a un candidato de etnia gitana o con rasgos latinos. Sinceramente, creo que no. ¿Somos racistas? Más de lo que nos pensamos. Quizás ejercemos una discriminación de baja intensidad, pero lesiva al fin y al cabo. Relegamos a la población foránea a los puestos de trabajo que descartamos los españoles. Y si algún extranjero prospera los sentimos como una amenaza.

Con ello no pretendo levantar ampollas. Ni si quiera exaltar los valores estadounidenses. Para que un negro se haya convertido en comandante en jefe de las Fuerzas Armadas han tenido que transcurrir 200 años de exclavitud y racismo. Sólo espero que en nuestra nación no sea necesario esperar tanto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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